¿Qué es el amor? Basta una pasión colectiva para que exista una película. Y estaba el demonio de la posibilidad. La hice empujada por algo que necesitaba sacar de dentro. No quería esperar las respuestas de los financiadores (que nunca llegaron. ¿Llegarán algún día? Quién sabe...). Había que rodar sí o sí. Los actores (Pierre Léon, Rita Durão, Olivia Cábez, Ado Arrieta) y los responsables técnicos (Jorge Quintela, imagen; Olivier Blanc, sonido), que en su mayoría ya habían trabajado conmigo, en La venganza de una mujer, Correspondencias o La portuguesa, me respondieron todos: «Adelante». En noviembre del año pasado nos fuimos al norte de Portugal, a Moledo do Minho; éramos doce en total. Llevábamos una bolsa llena de bitcoins que venían del bolsillo mágico de un amigo, el bueno de Gonzalo García Pelayo, y nos permetió pagar los gastos básicos del rodaje.
Eso y los test de la covid. El cielo de Moledo no podía esperar; la casa que habíamos encontrado para la película era perfecta. No había nada previsto ni demasiado seguro, solo lo que presentíamos y lo que esperábamos. Le trio en mi bémol, la única obra de teatro escrita por Rohmer en los años ochenta, fue el punto de partida para inspirarnos, e hicimos algunos ensayos por Zoom antes de viajar. Nunca una película ha sido tan colectiva, inspiradora, deseada. Fuera, el mundo cerrado. Nadie salía y nadie entraba, como en Delos, donde nadie muere y nadie nace. Trabajábamos intensamente, pero en una especie de idilio, en un feliz mutuo acuerdo. Una comedia sentimental. Fue un breve periodo, en estos tiempos envejecidos y roncos, tres semanas que se han dilatado hasta hoy, cuando el montaje de la película llega a su fin. Hay una contradicción: puertas que se cierran/puertas que se quieren abrir. Yo, que soy un ser contradictorio, estoy destinada a crear contradicciones, y no a detectarlas. Estas grandes contradicciones me obligan a posicionarme siempre de forma extremadamente ambigua frente a lo real. Lo que creo que soy es lo que puedo ser en lo que hago.