Lisandro Alonso, director argentino al que admiraba por películas como La libertad o Los muertos, contó conmigo para su primer trabajo rodado en España. Planificó la película en tres capítulos rodados por tramos; había comenzado con el final en México, debía continuar en España con el prólogo y en EEUU se rodaría la segunda parte. Después de rodar el segmento de Almería me invitó a participar en el que se rodaría con la llegada del invierno en Dakota del Sur.
Como todas las películas de Lisandro quería un equipo pequeño que pudiera responder a la libertad que busca en su trabajo temperamental e indómito. En Almería trabajamos en el mítico poblado de Sergio Leone que escogimos por su estado decadente y en el antiguo Cóndor ya en ruinas; hubo que construir el decorado de uno de los protagonistas e intervenir algunos exteriores, el salón y la pensión. Fue muy especial rodar con un director al que admiras y con estrellas como Viggo Mortensen y Chiara Mastroianni a la manera más clásica posible -filmada en celuloide en blanco y negro y en 1.33:1 con Timo Salminen como D.O.P., uno de los grandes de la fotografía en Europa. Para este prólogo rodamos un pequeño wéstern clásico a modo de introducción a la segunda parte de la película que había de rodarse con un carácter más documental con nieve en una de las reservas indias del norte de EEUU. Para este nuevo segmento de la película se había planificado un equipo más ligero debido a las condiciones climáticas en que habíamos de rodar a -26º. Necesitaríamos movernos con mucha libertad. Durante más de un mes trabajamos bajo el hechizo de la nación Oglala de los nativos de la reserva de Pine Ridge. Lisandro había escrito una sencilla ficción en la que seguíamos a una policía local en el día a día de su jornada y en su transición a una vida espiritual.
En la preproducción y el rodaje se sucedieron varios acontecimientos desafortunados y todo resultó mucho más complicado de lo que habíamos previsto, así que la improvisación en buena parte del rodaje fue la base del trabajo que cambiaba al capricho de unas condiciones climáticas extremas en el estado más pobre de EEUU donde la logística y los recursos son mínimos. En un proceso de producción tan calculado como es el cinematográfico, Lisandro supo beneficiarse porque en su predisposición está hallar la forma de que su cine no pierda libertad.
En esta ocasión con Mauro Herce –a cargo de la dirección de fotografía–, Eleonore Hendricks –directora de casting de los magníficos hermanos Safdie– y con la afilada dirección de actores logramos un realismo brutal en un entorno fantástico para que Lisandro pusiera una mirada aguda y postmoderna sobre la nación sioux y desde donde abordar la pérdida de la espiritualidad en la sociedad contemporánea.
Rodar con Lisandro es todo un viaje iniciático a un modo muy particular de hacer películas; si entras en su juego estás invitado a formar parte de una familia pirata que pasará de rodar el cine más salvaje en cualquier paraje inhóspito a la glamourosa alfombra roja de Cannes sin perder su identidad y valores.